La autoestima es la percepción evaluativa que tenemos de nosotros mismos. Es la imagen que nos conformamos a través del juicio de valor que nos hacemos. Pero ¡ojo! no es solo como nos percibimos, también conlleva como nos hablamos y nos tratamos.  Es muy importante saber que esa imagen no es innata, es aprendida.  Aprendemos a valorarnos en función de nuestro sistema de creencias, dónde influyen multitud de factores como la educación, el apego (el vínculo entre el menor y el cuidador), nuestras experiencias con los demás, etc….

La autoestima se va conformando ya desde muy pequeños, cuando empezamos a tener experiencias con las personas que nos rodean y nuestros primeros vínculos serán nuestros padres.  A lo largo de nuestra vida tenemos situaciones de rechazo y aceptación por parte de los demás, de tal manera que nuestras interacciones sociales y lo que los demás dicen u opinan de nosotros se  refleja  en ese espejo dónde nos miramos. Las diferentes etapas de nuestra vida aportarán en mayor o menor medida el valor que nos vayamos otorgando. La infancia y la adolescencia tienen mucha importancia en la formación de nuestra personalidad y en el desarrollo de nuestra manera de querernos. No obstante,   que  la autoestima se aprenda significa que todo ser humano puede  aprender, o incluso reaprender, a valorarse más positivamente para tener una adecuada autoestima.

Una baja autoestima está relacionada con un sistema de creencias distorsionado acerca de nosotros mismos y de lo que nos rodea, lo que nos dificultará el manejo de las emociones ante las diferentes situaciones y contextos que nos encontremos a lo largo de nuestra vida. Por el contrario, una buena autoestima tendrá un sistema de creencias más adaptativo al contexto y no nos valoraremos únicamente en base a los resultados obtenidos en un momento determinado, lo que nos ayudará a gestionar mejor nuestras emociones ante la adversidad. Por ejemplo, la idea de que si me despiden o no apruebo un examen es que no soy válido va a hacer que viva esa situación como un fracaso horrible y me sentiré muy culpable y bloqueado para seguir adelante.

Una buena autoestima ayuda a afrontar los problemas con una mayor resistencia, siendo más creativos para enfrentarlos, estando más seguros de nosotros mismos y optimistas. Por tanto, nos conduce a obtener un mayor éxito.

Como educadores, ya seamos padres o madres, familiares, profesorado… podemos hacer algo para que los más pequeños aprendan a tener una valoración positiva de sí mismos.   Aquí te dejo unas pautas clave para fomentar una buena autoestima en tus hijos.

Cree en su capacidad de aprendizaje. Tu también necesitaste tu tiempo para aprender cosas nuevas.

  • Escucha sin juzgar lo que te cuente. Empatice con ello, lo que para ti no es relevante para tu hijo igual si lo es.
  • Sonríalo. Muestra afecto y atención. Comparta su entusiasmo.
  • Celebra sus logros y alégrese por ellos, es más, admire sus éxitos. Por pequeños que puedan parecer esos logros para ellos son muy importantes.  Harás que se fije en sus fortalezas y le motivará para seguir avanzando, enfrentándose a los problemas.
  • Mira a los ojos.
  • Sea espontáneo.
  • Anímelo.
  • Agradece cuando haga algo que le guste o ayude…
  • Pida su opinión.
  • Interésate por sus sentimientos, miedos, tristezas…. Sin olvidar las alegrías.
  • Deja que se equivoque, no sobreproteja. Sobreproteger es darle todo hecho, deje que tome decisiones de acuerdo con su edad y capacidad.
  • Póngalo límites y responsabilidades adecuados a las diferentes edades. Si lo desconoce, consúltenlo.
  • Admite tus propios errores y corrígelos.  Como personas cometemos errores, y podemos hacer ver que de ellos se puede aprender. No te olvides que eres su modelo. Se flexible y tolerante.
  • Respétalo.

Especialmente acepte a su hijo/a y valórele.  Ten cuidado con hacer de tu hijo una prolongación tuya, no ha venido a este mundo para cumplir tus deseos y anhelos. Es una persona distinta a ti.

Con todas estas recomendaciones además de fortalecer la autoestima de los peques de la casa estarás fortaleciendo la tuya propia y establecerán la base de una buena comunicación entre los dos. Esta base será de gran ayuda cuando lleguen a etapas más difíciles como la adolescencia. ¡Recuerda! nunca es tarde para empezar a hacerlo, pero cuanto antes mejor.

Rocío Peces Morera

Directora Aperta